miércoles, 27 de mayo de 2009

Amor propio

Había una princesa. Su padre, que la creía en edad de casarse, llamó a todos los interesados a mostrar sus respetos e intenciones ante él y su hija, de modo de poder seleccionar al más adecuado cónyuge. Varios fueron los interesados: barones, duques e incluso otro príncipes. Todos mostraron lo que podían ofrecer: dinero, títulos, alianzas, entre otros. Pero uno de los interesados, era un hombre común quien sin embargo, llamó la atención de la princesa al decir estas palabras: "Pasaré 100 días bajo su balcón princesa, sin comida ni protección contra el clima. Esta pues, es mi gracia". Se decidió entonces que se probaría al hombre con sus propias palabras, de modo que el joven se instaló, tal cual dijo, bajo el balcón de la princesa. Pasaron los días y la gente del pueblo, encariñada con la causa y nobleza del hombre, le ayudaba dándole comida y agua. Pasaban los días, y la lluvia caía sobre el hombre. De vez en cuando, la princesa se asomaba a mirar al joven que tanto le había atraído. Esto, por supuesto, le daba fuerzas al joven para seguir adelante con su prueba. El tiempo pasó, y al faltar tan sólo unas cuantas horas para terminar los 100 días, el muchacho se puso en pie y abandonó el lugar sin dejar rastro.

Al tiempo, uno de los pequeños niños del pueblo se encontró con dicho fulano viviendo a las afueras de un bosque. Entonces, reconociéndole, comenzó el siguiente dialogo: "Tu eres el joven de los 100 días bajo el balcón ¿por qué dejas así a la princesa?" Él respondió: "No le deje, ella no me merecía". Esto llamó la atención del niño, a lo que el joven explicó: "Pase casi 100 días bajo su balcón, ante la inclemencia del tiempo y del hambre, 100 días y ella no fue capaz de alivianar mi carga ni en una semana, ni en un día, ni siquiera en unas horas... no me merecía".

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